Ahorrar es una palabra que suena a adulto responsable, a asunto de seriedad y orden, a algo que tu mamá te insistiría que hicieras. Crecimos con nuestros padres ahorrando para las vacaciones o para nuestra fiesta de cumpleaños/graduación a costa de comprarte ese juguete o cuanto cosa se te apetecía en el momento… Para mí siempre implicó la opción inteligente, pero en la práctica era un aburrido guardián que le quitaba todo lo divertido a tener ingresos, una tarjeta de crédito y cero responsabilidades presentes. Lo que venga, que lo resuelva la Liz del futuro.
Gracias a Dios, tuve a un adulto enfocado a mi lado todo el tiempo, Armando, al que le tocaba de vez en cuando sufrir con alegría mis frustraciones de no poder comprar todo lo que se me atravesara por que “de verdad lo necesitas?”. Pero la buena noticia para mí es que he dejado de sufrirlo. ¡De verdad! Y las claves para que no solo aguante el ahorro sino hasta lo celebre, son las siguientes:
Comprar de forma intencionada
A inicios de año sucedieron dos cosas que me permitieron ver el consumo desde otra perspectiva: un documental sobre las maquiladoras transnacionales de Nike y una publicación en Instagram de la marca mexicana Recrear “Quien hace lo que tienes, importa”. No imaginen que llegue a casa a tirar todo lo hecho en China o Indonesia; Dios, ¡me quedaría sin casi nada! Pero sí me encontré en pleno mar de ofertas totalmente inapetente de arrojarme al frenesí del 50% de descuento sabiendo cómo se elaboraron la ropa y el calzado en promoción. Y si bien no puedo escapar del todo, si puedo disminuir mi participación, puedo elegir marcas nacionales y extranjeras que toman las opciones más conscientes y sustentables. Elegir calidad y ética en mis compras probablemente hará que tenga menos cosas, pero puedo vivir con eso.
El ahorro se ha convertido para mí en un consumo intencionado. No solo se trata ahora de comprar nada, sino de consumir con prefencia aquello que comulgue con mis ideas de sustentabilidad, comunidad, calidad, elaboración, belleza.
Metas claras
Acabo de pasar esa etapa en la que parece que todo mundo tiene su vida resuelta y lo que hacen es mucho más interesante que en lo que estás tú. Instagram te destroza la paz cuando al parecer no estás llegando a ningún lado y te faltan mil cosas por tener. Bueno, así estaba yo. Ese “tener claro” qué quiero, el “cómo me veo en 20 años” no terminaba de cuajar. Armando tenía claro a donde iba desde que tengo memoria y su plan me pareció siempre bueno, pero los detalles no dejaban de ser suyos y no acababa de resonar por completo en mi corazón su imagen de nuestro futuro. Así que en la playa durante Año Nuevo y luego de mucho leer y conversar con mi esposo, en mi mente y corazón supe qué quería. Desplegué todos mis deseos, aquellos que ya han mostrado no ser meros espejismos, e ideales y así, empezaron a tomar forma integral los trazos que había recolectado a través de los años, agregándose los colores y detalles de un cuadro más completo.
Con esta imagen clara en mi mente a la que mi corazón se abraza, hago decisiones de compra, decisiones profesionales, elijo experiencias y enfoco mis esfuerzos de entrepeneur. De forma que ya puedo alegrarme sinceramente, sin sentir ansiedad, del rush de compras de mis conocidos, de los hijos que ya están teniendo, de su crecimiento profesional o sus viajes increíbles. Sé a dónde voy y qué necesito para llegar ahí, y no es mucho. Solo claridad de ideas e intenciones.
Lo empecé a leer y supe que la autora era Liz, quiero ser como tú cuando crezca y comenzar ahorrar!!!
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Jajaja ahorraremos para irles a visitar! 🙂
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