Creo que una de las mejores cosas que nos puede haber pasado durante esta pandemia, es comenzar a valorar a aquellas personas que forman parte de nuestro círculo cercano. Sinceramente me parece que a veces damos por sentados a quienes nos rodean y perdemos de vista lo increíble y fantástico que es estar cercanos, de común, con ellos. Especialmente ahora que uno escucha las noticias de países como España o Italia, donde hay gente que ha muerto encerrada sin tener cerca ningún ser querido.
La verdad es que te sobrecoge el corazón. Hay tanta tristeza detrás de una noticia como ésta en la que, a final de cuentas, lo único que nos hace es poder sopesar la soledad como uno de los males más grandes del mundo. En alguna ocasión leí un texto que decía que si te sientes solitario estando solo, estás con la compañía equivocada; refiriéndose a que uno por sí mismo debe de encontrar los medios para hacer disfrutable su soledad. Sin embargo, a final de cuentas, somos organismos sociales, y nos necesitamos unos a otros. Por eso me agrada más la experiencia de la madre Teresa de Calcuta: “La verdadera pobreza está en sentirse solo, sin nadie a quien amar y nadie que nos ame”. Esa pobreza que no es de dinero, sino de amor que no se recibe y que no se da, que se pudre en el corazón porque no hay con quien compartir.
Es muy agradable recibir mensajes de personas que valoran y extrañan nuestra compañía, que te escriben para pedir un consejo o simplemente porque quieren tener a alguien a quien acudir para desahogar su corazón. A veces puedes estar cansado, no siempre tiene uno ganas pero, de acuerdo a la Madre Teresa, esa es la manera de hacer al mundo un lugar con mayor riqueza. Uno termina agradecido por saber que, en momentos de incertidumbre, hay miradas que se vuelcan hacia nosotros tratando de encontrar la riqueza que no han hallado en otro lado, incluso a veces en su propia casa y en su familia.
Este tiempo me ha servido también para valorar a mi esposa ya que, con ella a mi lado, éste tiempo de encierro me ha servido para crecer, acercarme mas a Dios, motivarme a ser mejor persona y ser más culto. No quiere decir que no extrañe a los de afuera pero, con ella, todo se hace mucho más fácil.
En alguna ocasión Winnie the Pooh dijo: “que alegría tener un lugar al cual se puede extrañar” y lo cierto es que en este momento uno puede sentirse así. Qué alegría tener personas a las cuales, en este periodo de encierro, podemos extrañar. Preparémonos para que la próxima vez que nos veamos, en el tiempo que Dios considere pertinente, sea un momento en el cual todos podamos hablar de lo mucho que hemos crecido en este tiempo. Extrañando, alejados del grupo pero sin dejar de crecer.
